El Mensajero de Al-lah y el aspecto social con sus esposas
El Mensajero de Al-lah trataba con delicadeza a sus esposas:
“No hay nada en lo que se encuentre la delicadeza sin que quede embellecido; y no hay nada a que se le quite la delicadeza sin que lo afee”.
Estas fueron directrices generosas y proféticas con las que Mensajero –la paz y las bendiciones sean con él– educó a su comunidad. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era delicado en todos sus asuntos y gustaba de la delicadeza, ordenando a su familia a practicarla, cuando dijo:
“¡‘Aishah! Sé delicada, pues cuando Al-lah quiere el bien para una familia introduce en su seno la delicadeza” (transmitido por Almundiri).
El Profeta les ordenaba cosas y las escuchaba, y no les imponía algo que les fuese dificultoso, sino que les exigía que respondiesen al maltrato con un buen trato y controlar el ego en momento de discordias. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo:
“En una ocasión, un grupo de judíos vino a ver al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y le dijeron: ‘¡La muerte sea contigo!’. Yo entendí lo que dijeron y dije: ‘¡Y con vosotros sea la muerte y la maldición!’. Entonces, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: ‘¡Despacio ‘Aishah! Al-lah ama la delicadeza en todos los asuntos’. Yo dije: ‘¡Mensajero de Al-lah! ¿Acaso no has oído lo que han dicho?’. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: ‘Sí, y yo les he dicho ‘y con vosotros’” (transmitido por Albujari).
El Mensajero de Al-lah y cómo servía a sus esposas:
El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– nunca evitaba el servir a sus esposas y realizar algunas de sus tareas para ayudarlas, tratarlas con benevolencia y mostrar misericordia hacia ellas; esto era parte de sus nobles modales. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– fue preguntada sobre qué hacía el Profeta en su casa. Ella contestó: “El Profeta remendaba sus sandalias y hacía lo que un hombre hace en su casa”. Y en otra transmisión dijo: “… y aquello que cada uno de ustedes hace en su casa: remendar sus sandalias y su ropa”.
El Mensajero de Al-lah se servía a sí mismo:
Todos nosotros tenemos necesidades especiales. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se cuidaba a sí mismo para así aliviar las cargas de su familia y ayudarla. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– fue preguntada sobre lo que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– hacía en su casa. Ella contestó: “El Profeta era un ser humano como los demás: remendaba su ropa, ordeñaba su ganado y se cuidaba a sí mismo” (transmitido por Addahabi).
El generoso Mensajero gastaba de su dinero en sus mujeres:
El dar y el esforzarse por los demás fueron algunos de los principios que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– sembró en las almas de sus seguidores, cuando les dijo: “En verdad, Al-lah es Generoso y ama la generosidad; y Al-lah es Dadivoso y ama el altruismo”.
El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era dadivoso con su familia cuando gastaba en ella sin reparos y teniendo en cuenta sus necesidades y exigencias, y decía: “El dinar que gastas por la causa de Al-lah, en redimir a un esclavo, en dar una limosna a un pobre, y el que gastas en tu familia, [de todos ellos] el más grande en recompensa es aquel que has gastado en tu familia” (transmitido por Muslim).
Es más, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con– hizo que fuese un derecho y una obligación del hombre para con su familia. Cuando los compañeros le preguntaron: “¡Mensajero de Al-lah! ¿Cuál es el derecho de nuestras esposas sobre cada uno de nosotros?”. Él respondió: “Que la alimentes cuando te alimentes, que la vistas cuando te vistas, que no la golpees en el rostro, que no la difames y que no te apartes de ella sino dentro de la misma casa” (transmitido por Abu Dawud).
El Mensajero de Al-lah y el descanso de sus esposas:
El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– siempre buscaba el descanso de sus esposas y se esmeraba por que lo consiguieran, especialmente en los viajes donde había dificultad y cansancio, temiendo que se fatigaran. Por ello, siempre las protegía con toda ayuda y cuidado. Anas Ibn Malik dijo: “El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se encontraba de viaje. Había un mozo llamado Anyashah que llevaba el carruaje donde iban sus esposas. Entonces, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– le dijo: “¡Anyashah! Ten cuidado con las botellas de cristal”. Dijo eso porque las esposas del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– iban en el palanquín que portaban los camellos, cuando el mozo comenzó a alzar su voz para que los camellos marchasen más rápido; por ello, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– tuvo cuidado de sus esposas” (transmitido por Albujari).
La benevolencia del Mensajero de Al-lah y cómo aguantaba el desdén de sus esposas:
El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– afrontaba el desdén de sus esposas con holgura de pecho, su sequedad con alegría, y su alejamiento con amor. Él era benevolente y tolerante con los errores que ellas cometían –siempre que no contraviniesen aspectos legales en el Islam– y, cuanta más ignorancia había, su benevolencia era mucho mayor. ‘Umar Ibn Aljattab –que Al-lah esté complacido con él– dijo: “Nosotros, la gente de Quraish, dominábamos a nuestras mujeres. Y cuando llegamos a los Auxiliadores (en Medina) vimos unos hombres que estaban dominados por sus mujeres. Y nuestras mujeres estuvieron a punto de tomar los modos de las mujeres de los Auxiliadores. Yo interpelé a mi esposa pero ella me llevó la contraria; y yo la recriminé por haberme llevado la contraria”. Su esposa le preguntó: “¿Y por qué me recriminas que te lleve la contraria? Por Al-lah que las esposas del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– le llevan la contraria. Incluso alguna de ellas se aparta de él un día entero”. Ello me sorprendió y le dije: “Quedará frustrada aquella que haga algo así”. Luego, tomé mis ropas y fui a casa de Hafsah y la pregunté: “¿Alguna de vosotras se enfada y se aleja del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– un día entero?”. Ella respondió: “Sí”. Él dijo: “¡Quedarás frustrada y perderás! ¿Acaso te sientes a salvo de que Al-lah se enoje contigo por el enfado del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y entonces acabes mal? No canses al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– ni le lleves la contraria en nada ni te apartes de él. Pregúntale siempre qué es lo que te ha parecido alguna cosa” (transmitido por Albujari).
El Mensajero de Al-lah llevaba a cabo los deseos de sus esposas:
El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era quien más rápido actuaba para llevar a cabo los deseos de sus esposas y traerles la felicidad. Aishah preguntó al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– lo siguiente: “¡Mensajero de Al-lah! Todas tus esposas tienen un apodo excepto yo”. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le dijo: “Ponte el apodo de tu hijo ‘Abdul-lah, es decir, Ibn Azzubair (su sobrino). Tú eres la madre de ‘Abdul-lah”. Y desde entonces, fue conocida como la “madre de ‘Abdul-lah” hasta que ella murió, siendo que nunca dio a luz (hadiz valorado como fidedigno por Albani).
El Mensajero de Al-lah se encargaba de la salud de sus esposas:
El ser humano tiene la necesidad apremiante de que se ocupen de él, lo cuiden y se encarguen de su estado de salud cuando se encuentra enfermo o débil. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– no descuidaba este aspecto y se comprometía con sus esposas cuando estaban enfermas, y se esmeraba en su tratamiento y por levantar su estado de ánimo. ‘Aishah, la madre de los creyentes –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “Cuando enfermaba alguna de las esposas del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– salpicaba suavemente con su saliva habiendo recitado las dos últimas suras del Corán. Cuando él padeció la enfermedad de la cuál murió, yo fui quien le salpicaba suavemente con mi saliva y pasaba su propia mano sobre él, pues su mano tenía mucha más baraka (bendición) que la mía”.
El Mensajero de Al-lah siempre estaba al tanto de sus esposas:
A pesar de las muchas ocupaciones y responsabilidades que tenía el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– para con su comunidad, siempre dedicó una parte de su tiempo a su familia. Por ello, las ocupaciones que tenía no hacían que se olvidase de ellas. ‘Umar Ibn Aljattab dijo: “Cuando el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– realizaba la oración del amanecer, se sentaba en el lugar donde había realizado la oración y la gente se sentaba a su alrededor hasta la salida del sol. Después, iba a casa de todas sus esposas –una por una– para saludarlas y pedía a Al-lah por ellas. Y cuando era el día que le tocaba estar con él a alguna de ellas, entonces se quedaba en su casa con ella” (transmitido por Alhaizami).
El Mensajero de Al-lah siempre consultaba a sus esposas:
El método y la costumbre del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era la de consultar a sus compañeros en sus asuntos particulares y generales. Igualmente, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– consultaba los asuntos con sus esposas y sacaba provecho de sus opiniones y sus directrices, pedía sus opiniones y hacía que participasen en los asuntos que importaban a la comunidad, y así conocer a través de dichas opiniones y directrices lo más conveniente y correcto antes de tomar una decisión. Relataron Marwan Ibn Alhakam y Almiswar Ibn Majramah un hadiz de ambos respecto a la tregua de Alhudaibiyah, lo siguiente: “Cuando el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– concluyó la redacción del documento, dijo: “¡Gente! ¡Levántense, ofrezcan el sacrificio y dejen el estado de Ihram (consagración)!”. Pero, por Al-lah, que nadie se levantó a causa de lo que los corazones de la gente sintieron de mal. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “¡Gente! Ofrezcan el sacrificio y dejen el estado de Ihram”, pero nadie lo hizo. Luego, el Profeta volvió a dar la orden por una tercera vez, pero nadie se levantó. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– entró en la tienda de Umm Salamah y dijo: “¡Umm Salamah! ¿Acaso no ves a la gente? Les ordeno una cosa y no me hacen caso”. Ella dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Déjalos, pues la gente ve como algo enorme aquello que te has impuesto a ti mismo en esa tregua. ¡Sal, Mensajero de Al-lah! No hables con nadie hasta que llegue tu sacrificio. Luego, sacrifícalo y deja el estado de Ihram; pues cuando la gente te vea hacerlo, harán igual que tú”. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– salió de la tienda de Umm Salamah y no habló con nadie hasta que llegó su sacrificio. Cuando llegó, realizó el sacrificio y se rasuró la cabeza. Cuando la gente vio a Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– hacer eso, hicieron lo mismo que él aquellos que tenían una res para el sacrificio; unos se rasuraron la cabeza y otros se recortaron el pelo. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “¡Oh Al-lah! ¡Otorga tu perdón a aquellos que se han rasurado la cabeza!”. Alguien dijo: “¡Mensajero de Al-lah! ¿Y qué pasa con aquellos que se han recortado el pelo?”, y él repitió su invocación anterior tres veces más.
El Mensajero de Al-lah pedía permiso a sus esposas:
Algo que formaba parte de los grandes modales y la perfección del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fue que él nunca dejó de ser justo entre sus esposas, incluso en los momentos en que se encontraba enfermo. Sólo podía hacerlo cuando pedía permiso a sus esposas para que dejasen de lado sus derechos y diesen su consentimiento para ello. ‘Aishah dijo:
: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él –hizo llamar a sus esposas –cuando él se encontraba enfermo– para reunirlas. Luego, les dijo: ‘No puedo ir a casa de cada una de ustedes. Por ello, si ven bien en darme el permiso para que me quede en casa de ‘Aishah, háganlo’. Ellas, entonces, le dieron el permiso para que se quedara” (transmitido por Abu Dawud).
‘Aishah dijo:
“El Profeta falleció el día en que a mí me tocaba estar con él en mi casa. Al-lah lo tomó teniendo su cabeza en mi regazo y mezcló mi saliva con la suya”. Luego dijo: “Entró en casa ‘Abdurrahman, el hijo de Abu Bakr, llevando en su boca un siwak. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– lo miró. Yo dije a ‘Abdurrahman: ‘¡‘Abdurrahman! Dame el siwak’, y me lo dio. Yo lo mordisqueé, lo mastiqué y se lo di al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– para que lo usase mientras estaba echado en mi regazo” (transmitido por Albujari).
El Mensajero de Al-lah nunca quería algo para sí mismo que no fuese también para sus esposas:
Al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– le gustaba que sus esposas participasen en todos sus asuntos –y así hacían ellas–, hasta en sus asuntos más particulares. El Profeta siempre estaba muy atento con ellas. Anas Ibn Malik dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– tenía un vecino persa que cocinaba muy bien las carnes. En una ocasión, este vecino preparó algo para el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y más tarde vino a invitarlo. El Profeta preguntó: “Y esta [invitación] ¿para quién es? ¿[También es] para ‘Aishah”. El vecino respondió: “No”. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “Entonces no [acepto la invitación]”. Luego volvió a invitarlo y el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le preguntó: “¿También invitas [a ‘Aishah]?”. Él respondió: “No”; y el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “Entonces no”. Luego, el vecino volvió una vez más a invitarlo y el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le preguntó: “¿Y esta vez?”, él respondió: “Sí”, en la tercera vez. Entonces, ambos (el Profeta y ‘Aishah) fueron corriendo adelantándose el uno al otro, hasta llegar a casa del vecino” (transmitido por Muslim).
Al Mensajero de Al-lah le gustaba hacer felices a sus esposas:
Es una exigencia legal hacer que la gente sienta alegría y felicidad, algo más confirmado aún en cuanto a los parientes, sobre todo los más cercanos. ‘Aishah, la madre de los creyentes –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “Cuando vi al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– en buen estado, le dije: ‘¡Mensajero de Al-lah! Pide a Al-lah por mí’. Él dijo: ‘¡Oh Al-lah! Perdona a ‘Aishah aquello que hizo y aquello que pueda hacer; aquello que hizo en privado o hizo en público’. Entonces, ‘Aishah comenzó a reír hasta que introdujo su cabeza en su aposento a causa de la risa. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le preguntó: ‘¿Acaso te hace gracia mi plegaria? Ella dijo: ‘¿Por qué no tendría que hacerme feliz tu plegaria?’. Él dijo: ‘Por Al-lah que esa es la plegaria con la que invocó a Al-lah para mi comunidad en todas las oraciones’” (transmitido por Alhaizami).
El Mensajero de Al-lah enseñaba y dirigía a sus esposas:
El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fue enviado como portador de albricias, amonestador, maestro y guía. Del mismo modo que se esmeraba por enseñar y dirigir a sus seguidores, también se esmeraba por estar comprometido con sus esposas para dirigirlas y enseñarles, pues los parientes más cercanos son quienes tienen más derecho a recibir de nosotros el bien. Yuwairiah Bint Alhariz, esposa del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– dijo que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– salió una vez de su casa temprano para realizar la oración de la mañana, mientras ella se encontraba en el lugar donde realizaba la oración. Luego, el Profeta volvió cuando ya había amanecido, mientras ella se encontraba aun sentada en el mismo lugar. El Profeta le dijo: “¿Todavía estás así desde que te dejé?”. Ella respondió: “Sí”. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “He dicho, tras de ti, cuatro palabras tres veces, que si se sopesan en una balanza junto con aquello que dijiste hoy, las sobrepasaría: ‘¡Glorificado y alabado sea Al-lah, por el número de Sus criaturas, por Su propia complacencia, por el peso de Su Trono y por la tinta que se usaría para registrar palabras para Su alabanza!” (transmitido por Muslim).
El Mensajero de Al-lah les enseñaba modales a sus esposas:
A pesar de la dulce convivencia que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tenía con sus esposas y el trato exquisito hacia ellas, él siempre era inteligente en su relacionamiento y en su actuar. Cuando la buena convivencia era lo más apropiado, recurría a ella; pero cuando la educación tenía prioridad, en caso de que se hubiera cometido algún error que no podía dejarse pasar por alto, lo reprobaba, advertía sobre él y lo prohibía.
‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo:
: “Le dije al Profeta: “Debería bastarte con saber que Safiyah –esposa del Profeta– es así y así” –queriendo decir que era de baja estatura–. El Profeta le dijo: “Has dicho algo [tan reprobable] que, si lo mezclases con el agua del mar, la ensuciarías” (hadiz valorado como fidedigno por Albani).
El Mensajero de Al-lah era condescendiente con el enfado de sus esposas:
Formaba parte de la sabiduría del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– el poner cada cosa en su lugar oportuno y lidiaba con cada circunstancia de manera conveniente. Él sabía cómo ser condescendiente con el enfado de sus esposas, para así devolverlas al equilibrio y la tranquilidad. ‘Aishah dijo: “Cuando me enfadaba, el Profeta me tocaba la nariz y decía: ‘¡‘Uwaish! Di: ¡Oh, Al-lah, Señor de Muhammad! Perdona mis faltas, quita el enfado de mi corazón y protégeme de los extravíos de las tribulaciones’” (transmitido por Assuyuti).
El Mensajero de Al-lah trataba los problemas de sus esposas de la mejor manera:
Los medios que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– utilizaba para tratar los problemas con sus esposas eran conformes a los preceptos legales, aquellos que las hacían tenerlos en cuenta y complacerse con ellos. El Profeta se dirigía a ellas con la inteligencia y la lógica con la que trataba el problema, dándole una solución. Anas Ibn Malik –que Al-lah esté complacido con él– dijo: “Llegó a oídos de Safiyah que Hafsah había dicho: ‘Safiyah es hija de un judío’, y esta se puso a llorar. Entonces, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– entró en su casa y la encontró llorando. Él le preguntó: “¿Por qué lloras?”. Ella dijo: “Hafsah me ha dicho que soy hija de un judío”. El Profeta dijo: “Tú eres la hija de un Profeta, tu tío fue un Profeta y vives con un Profeta. ¿Con qué puede mostrarse altiva frente a ti?”. Luego dijo a Hafsah: “¡Guárdate de Al-lah, oh, Hafsah!” (hadiz valorado como fidedigno’ por Albani).
El Mensajero de Al-lah aceptaba las excusas de sus esposas:
Con frecuencia, las personas con las que convivimos pueden cometer errores. Aceptar las excusas es prueba de tener un buen corazón y un alma pura. ¿Y quién tuvo un alma más pura que la tuya, ¡oh, Mensajero de Al-lah? En una ocasión, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– esperaba a ‘Aishah y esta se retrasó. Luego, él le dijo: “¿Qué es lo que te ha retenido?”. Ella respondió: “¡Mensajero de Al-lah! Estaba escuchando la recitación del Corán de un hombre; nunca he llegado a escuchar una voz tan bonita como la suya”. Entonces, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se levantó y se fue a escuchar a aquel hombre. Permaneció bastante tiempo escuchándolo, y luego volvió. Después dijo a ‘Aishah: “Era Salim el esclavo liberto de Abu Hudaifah. Alabado sea Al-lah que ha hecho en su comunidad gente semejante a él” (transmitido por Al‘iraqi).
El Mensajero de Al-lah alegraba a sus esposas:
El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– les hablaba de una forma que hacía que sus esposas sintiesen alegría y felicidad, además de disponer el sosiego y la tranquilidad en sus corazones. ‘Aishah, la madre de los creyentes –que Al-lah esté complacido con ella– dijo que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le dijo en una ocasión: “¿Acaso no te complace ser mi esposa en esta vida y en la otra?”. Ella dijo: “¡Por supuesto!”. Él le dijo: “Tú eres mi esposa en esta vida y lo serás en la otra vida” (hadiz valorado como fidedigno por Albani).
El Mensajero de Al-lah y su delicadeza con sus esposas:
El trato que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– tenía con aquellos que le rodeaban, alcanzaba el súmmum en delicadeza, sutileza y unos elevados y completos modales, tal y como su Señor lo describió cuando dijo: “En verdad, eres de eminente carácter”, y a su familia le tocaba la mejor parte de ello. ‘Aishah, la madre de los creyentes, decía lo siguiente sobre el trato del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– con sus esposas: “Cuando el Profeta estaba solo con sus mujeres, era la persona más dulce y la más generosa del mundo. Siempre se reía y sonreía” (transmitido por Assuyuti).
El Mensajero de Al-lah era indulgente con sus esposas:
El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era un hombre accesible e indulgente en todos sus asuntos; aceptaba los errores de los demás, incluso aunque lo hiciesen adrede, y siempre les encontraba alguna excusa, ya sea que tratase de sus compañeros o de sus enemigos. Cuando Meca fue conquistada –aquella Meca que lo expulsó, aquella que torturó a sus compañeros y donde varios murieron– y cuando el Profeta tuvo dominio sobre ellos, les dijo:
“¿Qué piensan que voy a hacer con ustedes?”. Ellos dijeron: “Tú eres un hermano generoso y sobrino de un hombre generoso”. Él les dijo entonces: “Pueden irse, pues son libres”. Aquella, era una oportunidad para la venganza y el ajuste de cuentas; sin embargo, sus grandes modales y su nobleza le impedían hacer algo así. Su familia, igualmente, ostentaba parte de esta indulgencia. Incluso a veces, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– volvía a casa tras un día agotador y preguntaba: “¿Hay algo de comida?”. Y ellas decían: “No”. Y él respondía: “Hoy ayuno” (transmitido por Annasai).
Él no reprimía ni actuaba con violencia, sino que actuaba llevando consigo la sencillez del momento y aceptar del mejor modo las excusas de los demás.
El Mensajero de Al-lah estaba al tanto de los deseos de sus esposas:
El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– estaba al tanto de los deseos de sus esposas, siempre que no contraviniesen la ley, incluso aunque fuese a cuenta de su propio descanso y de aquello que él deseaba. ‘Aishah dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Todos tus compañeros, menos yo, van a volver de este viaje habiendo realizado la peregrinación mayor y la menor”. Él le preguntó: “¿No circunvalaste la Casa las primeras noches en la que llegamos a Meca?”. Ella contestó: “No”. El Profeta le dijo: “Sal con tu hermano y dirígete a Attan‘im. Allí, comienza a pronunciar las invocaciones de la peregrinación menor, y más tarde nos encontraremos en el lugar tal y tal”. Ella, entonces, partió con su hermano ‘Abdurrahman a Attan‘im. Allí comenzó con las invocaciones de la peregrinación menor, y Safiyah Bint Huyai, menstruó. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “¡Qué Al-lah te perdone! ¡Nos has retenido! ¿Acaso no circunvalaste la Casa el día del sacrificio?”. Respondió: “Sí, claro”. Él dijo: “Entonces no pasa nada. Puedes irte”. Luego, lo encontró ascendiendo con la gente de Meca, mientras ella subía; dijo: “… y lo veía ascendiendo cuando yo subía” (transmitido por Albujari).
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